El acontecimiento mayor en la historia del
basquetbol fue el torneo olímpico de Berlín de 1936. Veintidós naciones se
disputaban por primera vez el título mundial bajo los ojos del inventor del
juego, el doctor James Naismith. Llevado allí gracias a una suscripción de los
jugadores, espectadores y altos funcionarios del Estados Unidos, aquel anciano
alerta vivió su propia apoteosis el día del partido final: su patria adoptiva,
Estados Unidos, triunfó del Canadá, su país natal. Se le coronó con laureles, que
no añadían gran cosa a su prestigio físico, pero que tenía bien merecidos, con
todo, porque su juego ha conquistado el universo.
Fue en 1891, en efecto, en el colegio de la
Y. M. C. A. (Asociación Cristiana de Jóvenes) de Springfield, en Massachusetts,
que James Naismith, atleta de valor e instructor de educación física, queriendo
retener en el gimnasio a los deportistas a quienes no gustaba la gimnasia
clásica, inventó el básquet y enunció sus cinco grandes principios, tales como
subsisten al presente. Cuando se sabe además que cada equipo alinea a 5
jugadores en el terreno, que puede pasarse el balón de todas las maneras y en
todas direcciones, que el jugador puede avanzar haciendo rebotar el balón en el
suelo (dribble), que “encestar”
cuenta dos puntos y los tiros de castigo uno, ya se sabe lo esencial.
Se ha contado a menudo que Naismith habría
querido inicialmente dos cajas que sirvieran de meta, pero que, no habiendo
encontrado más que dos cestos para melocotones, se contentó con ellos. Así,
pues, el juego se convirtió en “el balón en el cesto” o baloncesto. Toda vez
que en aquella época la Y. M. C. A. creaba sucursales en todas partes, la
difusión fue realmente rápida; los secretarios hacían las veces de
demostradores. Como quiera que el basquetbol sólo requiera una superficie
restringida y un mínimo de material y equipo, se propagó muy rápidamente también
en Estados Unidos.
A partir de 1904, Estados Unidos, que
organizaba los Juegos Olímpicos, puso en el programa campeonatos de basquetbol,
que ganaron los equipos de Y. M. C. A. de Buffalo y Chicago.
Los norteamericanos se sienten muy orgullosos
de este juego, que es el único que no les viene del extranjero. Sin embargo,
Naismith (1861-1939) era canadiense, ya que nació en Almonte, Ontario, y por
otra parte, pese a que no se inspirara en ellos, se le han encontrado al
basquetbol unos antepasados insospechados; en efecto, unos cuadros del holandés
Dietrich de Bruys (1603) muestran a varias personas tratando de mandar el balón
al interior de un círculo. Pero, sobre todo, en México hay cantidad de
testimonios de la antigüedad de un juego análogo practicado por diversos
pueblos indígenas, entre ellos los mayas. Tenía reglas muy precisas y se le
celebraba como un rito, con la seriedad que esa civilización daba a todas las
cosas. Los jugadores debían pasar una pelota de caucho maciza por el hoyo de un
aro colocado a cierta altura.
(La
gran enciclopedia de los deportes,
Robert Busnel, Siglo Veintiuno Editores S. A., México, Argentina, España.
Obra publicada bajo la dirección de Jean Dauven, de Francia.)
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