Nació
este juego debido a la necesidad de brindar a los alumnos del Training School
(hoy Springfield College), en Springfield, Massachusetts, Estados Unidos, una
actividad que quebrara un poco la severidad invernal del gimnasio. Es sabido
que en invierno no es posible utilizar con amplitud los campos al aire libre y
los jóvenes debían recluirse en habitaciones caldeadas para efectuar juegos
moderados o simplemente ejercicios gimnásticos que, por su rítmica, hacían
tedioso y sin alicientes el accionar. Una noche de invierno de 1891/92, se
reunieron en casa del doctor Luther
Gulick, director de educación física del ya mencionado establecimiento, el
doctor James A. Naismith, instructor gimnástico de esa casa de estudios y
varios profesores y alumnos, todos los cuales manifestaron que era necesario,
para matizar los ejercicios gimnásticos, algo que rompiera su uniformidad y que
a la vez fuera un aliciente para los jóvenes poco propensos a un método
aburrido de movimientos siempre iguales, por más música que se les pusiera.
Del intercambio de opiniones surgió allí la
necesidad de crear un juego que pudiera hacerse bajo techo y tuviera las
alternativas acuciadoras que se pedía. Debía ser realizado por varias personas
y no unas pocas, de modo que fuera actividad para muchos y no unos pocos como
sucedía con el tenis, y otros juegos con pelotillas. Además, no debía contener las
violencias de los juegos con pelota grande como el fútbol y el rugby;
debían evitarse los empellones y
encontrones corporales y ser a la vez de rápida concepción mental, para
despertar el aliciente conceptual de los muchachos. Los concurrentes
resolvieron que fuera el doctor Naismith quien estudiara el asunto y allí no
más el aludido se puso a maquinar, imaginando aspectos en pro y en contra de
diversos juegos que reunieran las condiciones exigidas.
Es interesante recoger sus propias
impresiones, que dicen así: “Mi primera conclusión fue que era necesaria una
pelota, ya que en todos los juegos es el elemento en disputa y además, en todos
los juegos existe una meta, un propósito, como en fútbol, hockey, wáter-polo o
ya la pelota misma es el objeto como en cricquet, golf, beisbol, hockey,
etcétera. Pensé en la necesidad de la pelota como medio y no me resolví hasta
muy tarde entre la oval de rugby y la esférica de fútbol. Me decidí por esta,
entendí que su manejo sería más accesible en un medio cerrado y de medidas
exiguas”. Una semana más tarde el doctor Naismith invitó al doctor Gulick y a
otros profesores de la casa a observar sus conclusiones. Entre tanto había preparado a algunos
estudiantes en el manejo de un juego que ideó. El doctor Gulick y los
profesores fueron al gimnasio y se hallaron con el piso despejado y colgados a
cada extremo, bien altos, dos cestos de los que se utilizaban en el huerto
inmediato para recoger manzanas. Dos conjuntos de muchachos, con liviana
vestimenta atlética, e integrado cada uno de ellos por nueve jugadores estaban
distribuidos en lados opuestos del gimnasio.
Debajo de cada cesto había un guardián. El
profesor se dirigió al centro del gimnasio una vez ubicados los espectadores,
dio la voz de listos y tiró al aire una pelota de fútbol. Los jugadores
entraron en acción inmediatamente, gambeteándose unos a otros, pasándose
rápidamente la pelota que iba velozmente de un sector al otro del gimnasio
hasta que de pronto se produjo un claro y un jugador lo aprovechó para lanzar
la pelota al cesto cercano, embocándola en él. Había conquistado el primer
tanto para su equipo. El doctor Gulick y los demás asistentes asistieron
entusiasmados a todo el desarrollo del partido y terminaron por felicitar a su
inventor. Alguien (el alumno Frank Mahan), propuso que al juego se le llamara
Naismith-ball, en homenaje a su creador, pero este lo desechó terminantemente y
aceptó en cambio una sugerencia del mismo alumno: ¡Básquet-ball! (cesto o
canasta y pelota). El 15 de enero de 1892, ya publicó Naismith las primeras
reglas de juego, las que fueron sufriendo modificaciones para hacer al deporte
más armonioso y de espectáculo”.
(Enciclopedia
Universal del Deporte, de Alfredo R. Burnet-Merlin, tomo 1 de dos,
Editorial Cajica S. A., Buenos Aires, 1962)
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